domingo, 27 de septiembre de 2009

Veolia Environment Wildlife Photographer 2009


Rodríguez explicó la historia íntima de esa fotografía: «Es mi foto imaginada, primero la soñé hace ocho años». Luego empezó a buscar la manera de hacerla. Está tomada con lo que se denomina una «trampa infrarroja». Colocó un sensor de movimiento en una valla de un monte de Ávila,de tal modo que cuando el animal saltara la barrera, la cámara se disparara.

Al otro lado colocó comida y tres focos, uno en contra del cerco y los otros dos en oblicuo, a 45 grados sobre el ángulo de la cámara. Lo más complicado, contó, fue atraer al lobo. El animal se fue acostumbrando a saltar aquella valla para conseguir la carnada y a la luz de los flashes.
Rodríguez conectaba la cámara por la tarde y, a la mañana siguiente, acudía al lugar para comprobar los resultados. La cámara tan sólo captaba dos imágenes, los dos saltos del animal, buscando la comida y marchándose. Fue modificando el encuadre y la iluminación y pasaron dos meses hasta que consiguió la foto perfecta.

La instantánea está tomada al atardecer y por uno de los extremos escapa un trozo de cielo que encierra el bosque, lo que le da a la foto una belleza especial. La foto recoge además todo el simbolismo del lobo ibérico, transmite un mensaje. «El lobo está cazando, es una foto de depredación, pero no es desagradable para el que la ve, como lo sería si estuviera degollando a una oveja. Se intuye que está cazando, que está atacando los intereses del hombre, pero por ningún lado se ve sangre. Es una foto de caza sin sangre y te deja en el misterio de saber por qué salta. Tiene el mayor contenido simbólico que yo quería», afirmó ayer el autor.Texto copiado íntegramente de http://www.elmundo.es/elmundo/2009/10/22/ciencia/1256199744.html).

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